miércoles, 6 de enero de 2010

Una oración al Buen Pastor


Ayer un buen amigo me compartió unos escritos suyos muy hermosos, a manera de oraciones; aquí va uno de ellos, que con su permiso les comparto.

Se podría decir mucho del mismo, y es que creo que cuando uno, desde su desnuda fragilidad, se topa auténticamente con el profundo e insondable misterio de la misericordia de Dios, el alma no sólo se ve movida a cantar un himno de victoria y gratitud al Señor, sino que puede escuchar y descubrir con certeza su vocación a la eterna comunión con Dios y los hermanos humanos...




El Buen Pastor


Hoy descubrí qué se siente dejarse cargar,
hoy, pude descansar en tus hombros, mi Señor,
noté tu calidez y alegría al encontrarme,
cuando brillaron tus ojos;
pude distinguir tu olor…

Escuché atento cuando me hablabas al oído
y explicabas cuidadosamente, cuál es el sentido de mi vida,
de mi vocación y valoración,
así entendí, redescubrí y atesoré tus regalos,
los dones que me has dado…

Y me conmoví profundamente cuando llegando a la Casa,
junto con el resto de mis hermanos y el Padre Bueno,
ya se preparaba la fiesta,
la fiesta por haberme encontrado,
la fiesta por haber vuelto a la vida, de tu mano.

¿Sabes? hoy también descubrí que yo quiero hacer lo mismo que Tú conmigo,
lo entendí cuando me hablabas de mi…sobre cómo me pensaron junto con el Padre
y el Espíritu Santo,
para que dé fruto… fruto abundante.
Se preocuparon por sembrar en mi, esa consciencia por lo divino y espiritual,
para que más allá de mis inconsistencias, y aún con ellas,
prime el ardor por seguir tus huellas y pueda yo, conformarme contigo.

Y hoy, a tus hombros Señor,
veo que mis heridas se van sanando y sus huellas me remiten a tu amor.
Es cierto, no son los méritos míos, sino tu bondad infinita
que ha querido regalarme, el poder sintonizar contigo…
Y desde hoy, no quiero perderme jamás.

Pues quise yo, Señor, alejarme de ti, lo reconozco;
pero Tú, una y otra vez, te encargaste de recordarme quién soy;
es más, tuviste la paciencia de conducirme y prepararme,
aún cuando yo desviaba el camino, para llegar hoy aquí, con mi familia
y yo que quise negarlo…

Así, encontré también muchos aliados,
primero la gracia, tu gracia, el auxilio del Padre Eterno que me aguarda,
la fortaleza de los dones del Santo Espíritu que me abraza,
la experiencia propia de aceptar el pecado…
¡Mis hermanos!, Señor, mis hermanos, sus luchas y testimonios
Y la reconciliación, la cual voy alcanzando.

Te pido pues, Señor de mis amores, ahora que llevamos juntos el yugo,
¡No dejes que me vaya de tu lado,
que me abrace a la Cruz y a tus brazos!,
como Tú, hoy lo has hecho conmigo,
lo pido con el corazón en la mano,
pues, descubro que sólo Tú eres mi descanso.

Quiero cargar a mis hermanos, a quienes como yo estuve,
andan como ovejas sin pastor…otro Cristo ser;
y si me has concedido ser consciente de éstas necesidades,
sin duda, debe ser por algo,
dame la gracia que necesito para responder una vez que descubra tu llamado,
pues Tu Señor, lo sabes,
mi corazón arde, por que junto con la Madre
arrebatemos del fuego eterno a todos nuestros hermanos. Amén.

L.V.