lunes, 1 de febrero de 2010

Quisiera tener un ideal


- “… Yo quisiera tener una cima por encima de mi cabeza, una a la cual alcanzar”

Algo parecido era una de las líneas con que “Dafne”, un personaje de la obra adaptada de “Seréis como dioses”, expresaba esa “necesidad” de “buscar” de “tener ideales”, de salir de nosotros mismos, de entregarnos a algo, a alguien, de “desplegarnos”, de desplegar nuestro interior y sacar lo mejor de nosotros.

Hace ya varios días, y semanas que ando pensando en el tema de los ideales. Y creo que hay mucho que decir, o mejor dicho, encuentro muchos ángulos desde donde tocar este tema, la “necesidad” de tener ideales.



En el extracto de la película “Enrique V” que estoy colgando, basada en la obra de Shakespeare, se puede apreciar una dimensión del ser humano que es hermosa y asombrosa. Esa capacidad de enardecer el corazón de ideales nobles, esa capacidad de gestar grandes hazañas, de hacer grandes proezas.

Cuando veo esta escena, una y otra vez (no canso de verla), y escucho al rey, convencido, alegre, y enardecido, totalmente dispuesto a gastarse y desgastarse, a dejar tan solo migajas de si mismo, a dejarse consumir por el fuego que arde dentro de él; al verlo, al ver cómo enciende aquel mismo fuego en sus compañeros (como un fuego que enciende otro fuego), hasta consolidar aquel “bando de hermano”, aquella comunidad envidiable, por la cual consideraría mi vida en nada al escuchar a alguien que combatió el día de San Crispín .

Cuando veo esta escena, una y otra vez, me digo a mi mismo: ¿Acaso este noble ardor por realizar grandes hazañas, no es una cualidad de todos los seres humanos? ¿Acaso no es propio de toda persona elevarse sobre sí misma para alcanzar una cima a lo alto? Y hoy en día, a inicio del siglo XXI, en una ciudad grande, en medio de la presión laboral, la prisa y los cambios de una sociedad globalizada e individualista, ¿es posible que viva aquello que vi, aquello del “bando de hermanos”?, ¿es posible que mi corazón viva cotidianamente lleno de grandes y puros ideales, a tal punto que lance lleno de ardor un grito de pasión que alcance al cielo? ¿Es posible gastarme y desgastarme por un gran ideal, por una misión que vaya más allá de mediocres, mezquinos, materiales, superfluos, vanos o chatos objetivos?

Yo estoy convencido de que sí es posible. Es más, es urgente responder a las grandes interrogantes y rupturas que aquejan a los seres humanos de hoy en día. Es urgente levantarnos, levantar los corazones e inflamarlos por la humanidad. Es urgente.

Basta mirarnos, basta mirar a nuestro alrededor. Es urgente una revolución. Revolucionar de verdad el mundo. La revolución del amor.

¡¡¿Qué otra cosa puede ser más hermosa que entregarnos a ello?!!

(Hay mucho por decir y fundamentalmente por hacer. Seguiré escribiendo después).