La muerte...
Los últimos 10 años de mi vida han transcurrido tan rápido.
Ello me lleva a pensar que los próximos 10 pasarán más rápido aún, porque la constante que percibo es que cada año pasa más rápido que el otro.
Y así sucesivamente, muy pronto miraré hacia atrás y veré sesenta o setenta vividos, bien o mal.
Y así, tan real como que ahora escribo, moriré, si es que no antes (hoy, mañana o en cualquier momento).
Es algo tan real, tan cercano, y a la vez tan desconocido.
En 100 años probablemente ningún ser humano que ahora vive seguirá viviendo... en tan solo 100 años!, ninguno. Mira a tu alrededor, el que recién nace, el más fuerte y alegre, el enfermo, todos, todos dejarán pronto carne y hueso corromperse , y el alma huirá a algún lugar... esto es tan cierto y claro, aunque muchas veces no lo sepamos o queramos ver.
¿Cómo será abrir los ojos en otro mundo?, darte cuenta que estabas dormido, cómo será reencontrarte con tus amigos, y por fin mirar sin vergüenza el rostro iluminado de Dios... ¿soportarán mis raídos ojos?
¿Cómo será abrir los ojos y encontrarme solo, eternamente solo, solo? descubrirme estúpido y engañado, sediento y sin agua, muerto pero sin poder morir más, tan solo una eternidad para añorar lo que definitivamente es irreversible... trágico llanto, ¿cómo será?
Vivir eternamente, frustrado o bendecido: ambos polos estremecen el alma de cualquiera de lo sopesa seriamente.
Eternamente significa tanto... tanto... no se puede medir... quizás cierta tendencia a prolongar mi estado actual tiñe el horizonte vasto de descontento o insatisfacción...
Voy a vivir para siempre... y siempre es algo tan incomprensible. Puedo comprender tan solo un grano de arena, pero lo que me falta es más que la arena que habita en todas las playas y mares del mundo... entonces entiendo que en verdad no entiendo aún nada de la vida, ¡misterio grande!
Es entonces que el silencio y la escucha se convierten en grandes virtudes para aquel que busca y que quiere dar pasos hacia la verdad.
No se si me iré al cielo o no, no se si seré feliz o no, no se que pasará con mi vida en los siguiente años, mi vida pende de un hilo, y lo único que constato ciertamente es la presencia invisible de la muerte, y de Aquel que tras ella existe.
Bien hacen algunos en llamarla hermana muerte, la más leal compañera.
Y el que vive bien, nada teme, y solo ve en ella el ansiado paso hacia nuestro verdadero hogar, para el tan ansiado encuentro definitivo con Aquel de quien yo provengo, en quien todo temor se disipa, cuya mirada de perdón, de paz, de consuelo, de alegría, deseo imprimir en mi memoria, sabiendo que lo que puedo imaginar es tan sólo el aroma que sus sacramentos exhalan. Imaginando aquél día en que como niño huérfano encontraré y abrazaré por fin a mi padre.