lunes, 6 de diciembre de 2010


La muerte...

Los últimos 10 años de mi vida han transcurrido tan rápido.

Ello me lleva a pensar que los próximos 10 pasarán más rápido aún, porque la constante que percibo es que cada año pasa más rápido que el otro.

Y así sucesivamente, muy pronto miraré hacia atrás y veré sesenta o setenta vividos, bien o mal.

Y así, tan real como que ahora escribo, moriré, si es que no antes (hoy, mañana o en cualquier momento).

Es algo tan real, tan cercano, y a la vez tan desconocido.

En 100 años probablemente ningún ser humano que ahora vive seguirá viviendo... en tan solo 100 años!, ninguno. Mira a tu alrededor, el que recién nace, el más fuerte y alegre, el enfermo, todos, todos dejarán pronto carne y hueso corromperse , y el alma huirá a algún lugar... esto es tan cierto y claro, aunque muchas veces no lo sepamos o queramos ver.

¿Cómo será abrir los ojos en otro mundo?, darte cuenta que estabas dormido, cómo será reencontrarte con tus amigos, y por fin mirar sin vergüenza el rostro iluminado de Dios... ¿soportarán mis raídos ojos?

¿Cómo será abrir los ojos y encontrarme solo, eternamente solo, solo? descubrirme estúpido y engañado, sediento y sin agua, muerto pero sin poder morir más, tan solo una eternidad para añorar lo que definitivamente es irreversible... trágico llanto, ¿cómo será?

Vivir eternamente, frustrado o bendecido: ambos polos estremecen el alma de cualquiera de lo sopesa seriamente.

Eternamente significa tanto... tanto... no se puede medir... quizás cierta tendencia a prolongar mi estado actual tiñe el horizonte vasto de descontento o insatisfacción...

Voy a vivir para siempre... y siempre es algo tan incomprensible. Puedo comprender tan solo un grano de arena, pero lo que me falta es más que la arena que habita en todas las playas y mares del mundo... entonces entiendo que en verdad no entiendo aún nada de la vida, ¡misterio grande!

Es entonces que el silencio y la escucha se convierten en grandes virtudes para aquel que busca y que quiere dar pasos hacia la verdad.

No se si me iré al cielo o no, no se si seré feliz o no, no se que pasará con mi vida en los siguiente años, mi vida pende de un hilo, y lo único que constato ciertamente es la presencia invisible de la muerte, y de Aquel que tras ella existe.

Bien hacen algunos en llamarla hermana muerte, la más leal compañera.

Y el que vive bien, nada teme, y solo ve en ella el ansiado paso hacia nuestro verdadero hogar, para el tan ansiado encuentro definitivo con Aquel de quien yo provengo, en quien todo temor se disipa, cuya mirada de perdón, de paz, de consuelo, de alegría, deseo imprimir en mi memoria, sabiendo que lo que puedo imaginar es tan sólo el aroma que sus sacramentos exhalan. Imaginando aquél día en que como niño huérfano encontraré y abrazaré por fin a mi padre.

viernes, 3 de diciembre de 2010

Entendiéndome

¿Quién soy? ¿Para qué estoy acá?

¿Cómo me entiendo a mi mismo? y ¿Cómo entiendo la realidad?

¿Cuántas veces me quejo de las situaciones en que me encuentro?, "no descanso como quisiera", una vez a la semana vuelve a ser lunes y eso parece nunca acabar, no tener tiempo para hacer lo que quisiera hacer: descansar, hacer deporte, ver películas, bailar, pintar, etc.

Y así parece que algunos pasamos la vida muchas veces sin hacer lo que realmente quisiéramos hacer.

Llega el fin de semana, y me digo, ¡qué bien! por fin descansaré, o podré hacer tal o cual cosa, suspiro y me alegro... sin embargo, no termino de encontrar satisfacción, vuelve a ser lunes, y parece ser una historia de resignación.

No termino de tener un pensamiento formado con respecto a lo que quiero decir. Pero creo que algunos caemos en tener una visión equivocada de nosotros mismos, y de la realidad.

Por ejemplo, cuando pienso que me merezco mi descanso, y pienso que este descanso es una especie de premio, y por tanto ese descanso (o ese hacer lo que me gusta, o lo que me da la gana de hacer) es aquello que me va a dar la felicidad que estoy buscando. Sin embargo, creo que eso no es del todo cierto.

¿Quién soy?

Creo que consiente o inconsientemente nos hacemos una idea de quiénes somos, y nuestros actos evidencian esa idea. Y no solo nuestros actos, creo que también nuestros deseos, espectativas, nuestras esperanzas, motivaciones y propósitos.

Si soy un ser hecho para el placer, entonces será ello lo que más debo buscar como descanso para mi alma, para ser feliz.

Si soy un ser hecho principalmente para consentirme a mi mismo y vivir centrado en mi mismo, en mis gustos, planes y deseos, pues entonces las necesidades de los demás no tendrán mucha relación con mi realización.

Pero, si entiendo que soy un ser hecho para el servicio, entonces sólo en el servicio mi alma encontrará un descanso.

¿quién soy? soy un servidor de los demás, en el servicio encuentro el espacio natural de mi despliegue, en el servicio saco lo mejor de mi mismo, mis dones.

Y dado que soy un servidor, ese será mi criterio para discernir qué hacer, qué priorizar, qué opciones tomar, qué buscar, qué motivaciones permitir.

De la misma manera, podemos hablar de ¿qué es la vida? ¿qué entiendo por la vida?

¿El sentido de la vida está en el placer?, o ¿está en sobrevivir?

Si eso es así, ¿cómo comprendo el sufrimiento? es incomprensible, es intolerable.

Pero ¿qué sucede si comprendo la vida y la realidad como un camino pedagógico, en donde el sufrimiento tiene su lugar, junto con la alegría que proviene de estar en sintonia con los niveles más altos que cualifican al ser humano?

¿Qué sudece si entiendo mi vida como una lucha, como un peregrinar, como un estar de paso en tierra extranjeras?

Y así, me digo a mi mismo, ¡basta ya de engreimientos!, de reclamos adolescentes, cuando se alzan tantas voces a mi alrededor, necesitadas de amor, de paz, de consuelo, hambrientas de pan, de alegría.

¡Basta de mentiras! yo soy un hombre hecho para servir, y sólo allí mi humanidad florece, y da fruto.