jueves, 29 de octubre de 2009

Me está velada tu presencia

Les comparto una oración que le escribi a María, nuestra Señora.
Con la sincera intención de conocerla, amarla, y establecer una profunda relación filial:

Me está velada tu presencia,
tanto te olvido,
tan poco te conozco.
Se de ti, pero conocerte, poco.
Sin embargo,
tanto te necesito.
Al mirar tu imagen, quiero amarte.
Al reconocer que eres madre,
mi madre,
se despierta en mí una nostalgia de ti,
y al verte por fin te reconozco.
Guiado por un profundo sentimiento,
que brota de la fe,
descubro cuánto necesito mirar tu rostro,
mirarte y escucharte
y al ver tu corazón,
por fin entiendo que anhelo tenerlo también así.
Sobre todo esa luz.
Tener una luz desde lo más hondo.
La necesidad de una pureza,
como la tuya,
porque deseo amar como tu Hijo,
hasta el extremo,
dando todo;
y la espada atravesada,
es la vida,
aun no lo entiendo tanto.
Solo se, que la vida no es un sueño,
ni una ilusión,
y que esa espada no la anhelo,
ni la necesito,
pero es el trago amargo,
ese espantoso sabor,
dolor,
que es abrazado por el amor,
y se hace un solo corazón,
verdaderamente humano,
tendiente hacia lo divino.
Toda tú, María.
No quiero seguir viviendo sin ti.
Quiero abrirte mi corazón
para conocerte y aprender de ti.
Oh María,
dulce y madre.
¡Enamórame con tu canto!

No hay comentarios:

Publicar un comentario